De la lista Gilgamesh
Con profunda pena supe hace pocos días atrás que Antonio Presas estaba muy enfermo. La última vez que lo vi fue en una reunión convocada por el dibujante Ruben Meriggi que concluyó más allá de medianoche.
El querido Antonio tuvo la amabilidad de traerme hasta mi casa en su auto, justamente el día anterior a su fallecimiento, hablé por teléfono con su Sra. esposa y le envié mis saludos.
Fue una conversación muy conmovedora, que me prometió darle mi mensaje.
Recuerdo cuando en 1961 llegué por primera vez a Editorial Columba, con una carpeta de trabajos que ya había publicado en revistas como Maverick, Tucson, Casco de Acero, X-9 y Bala de Plata.
Cuando me presenté y él me atendió me dijo que ya me conocía, a lo que le contesté que no era posible porque nunca nos habíamos visto, pero él me dijo que me conocía porque hacía tiempo que seguía mis trabajos como otros que luego fueron colaboradores de Columba.
Eso hoy, a la distancia, lo pinta de cuerpo entero porque Antonio Presa era un hombre tremendamente preocupado por el talento humano y se interesaba con una visión artística y comercial de todos aquellos, que como yo, en aquel año 1961 hacían sus primeras historietas.
Pasó el tiempo.
Pasaron 39 años, porque desde el 1961 al 2000 en que Columba cerró definitamente sus puertas, yo colaboré con dicha editorial escribiendo miles de guiones. Fueron cuatro décadas en que varias veces por semana mantuve una relación profesional y amistosa con Antonio Presa.
Puedo decir que fue un maestro en todos los sentidos, en el artístico, y en el humano. Nadie como él para entender lo que era un guión de historieta y muchos desde las grandes estrellas hasta las más humildes le deben buena parte de lo que son a sus consejos, a su guía, a su disciplina, porque a veces como esos maestros de artes orientales, le hacían hacer cosas a sus discípulos en las que´éstos no estaban muy de acuerdo pero obedecian.
Los resultados, lo sabía el viejo maestro, lo iban a ver después.
Antonio Presa fue uno de los pocos, y contados con la mano, que realmente conoció la historieta argentina. Cada palabra, cada consejo suyo, lo valorizamos hoy en el recuerdo todos aquellos que tuvimos la fortuna de conocer a un hombre así.
Recuerdo, como anécdota cuando una vez me explicó cómo escribir guiones románticos en secuencias de cuatro cuadritos para darles más agilidad. Creo que con los dedos de una mano pueden contarse, los que saben de historieta argentina y mundial, y entre esos, está Antonio Presa.
¿Que fué criticado? Claro que lo fue. Todos los grandes son siempre criticados por aquellos que generalmente no les llegan a los talones.
La historieta argentina ha perdido un valor irrecuperable. Mucho más que cualquier guionista o dibujante que haya llenado las páginas de las revistas de la Editorial Columba porque él fue más que todo eso, más que un dibujante, más que un guionista, fue un editor, un hombre que comprendió las tendencias del mercado y cuando la editorial comenzó a caer fue porque sus dueños no hicieron caso de sus consejos.
Yo creo, y esto con todo el respeto del mundo, que cuando la editorial comenzó a morir, Presa también comenzó a morirse un poquito.
Por eso, en este homenaje que le rindo, quiero recordarlo con alegría, con todo el respeto que un viejo maestro se merece.
Hubo muchos grandes en la historieta argentina pero casi la mayoría de ellos, aprendió alguna vez cosas de Antonio Presa.
Maestro: usted que ahora está en la porción de cielo que Dios le reserva a los historietistas, gracias por todo lo que hizo porque la gran mayoría de los lectores podrán saber quien es un Robin Wood, quien es un Ray Collins, quien es un Jorge Morahin, quien es un Ricardo Ferrari, un Gustavo Amézaga y el que suscribe, pero esa gran mayoría de los lectores, que bebieron de las páginas de las revistas de Columba no sabían quien era un Antonio Presa, maestro de todos lo que nombro y de muchos más.
Mi querido y viejo maestro, gracias por todo.
Armando Fernández
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