Así, nacieron en mi máquina de escribir (por ese entonces, les recuerdo, no existían las computadoras personales)
Argón, el Justiciero, (que muchos años después tomaría a su cargo, el gran maestro Héctor Germán Oesterheld) y cuyo primer episodio fue ilustrado por Sergio Mulko. Tal episodio se llamaba "Quince monedas de oro". A partir del segundo episodio, lo tomó Enrique Villagrán, quien, con el seudónimo de Gómez Sierra, lo ilustraría por muchos años. Más tarde, lo graficó su hermano Carlos, que lo continuó con el seudónimo de Bill A. Grant. Argón era un general macedonio bajo las órdenes de Alejandro Magno y su saga más importante fue, siguiendo a este gran conquistador occidental, a través de Persia y la India.
Bajo el pretexto de aventuras ficticias, estaba el enorme fondo histórico de aquellos tiempos. Eso fue motivo de discusión con una docente, durante una de las tantas exposiciones de historietas, en que participé. La buena señora murmuró que: "las historietas eran dañinas para los niños" y yo, que estaba al lado y no pude con mi genio le repliqué: "Eso era en parte cierto, cuando el mensaje que se trasmitía no era moral ni edificante" y la invité a ver planchas de Argón que se exhibían, le expliqué los lineamiento del personaje y la buena mujer quedó maravillada. "De este modo, los chicos pueden encontrar más atractiva la historia", descubrió. Y era absolutamente cierto. Realicé unos cuatrocientos guiones para Argón, mi primer personaje, de hacha y espada.
Otro que creé, fue
Kabul de Bengala, dibujado por Horacio Altuna (que luego también continuaría Oesterheld, siendo estos dos personajes, junto al policial Tres X la Ley, ilustrado por Marchionne, las únicas series que no eran de su creación, y que el gran Maestro de Maestros, continuaría, en su extraordinaria y prolífica carrera) Debo decir, que para un admirador como era yo, de HGO, esto lo he sentido siempre como un verdadero orgullo.
Otros guerreros llegaron, y para quedarse:
Rodwin de las Galias, fue uno de ellos, ilustrado por el maestro oriental, Miguel Castro Rodríguez y con algunos episodios dibujados por otro ilustrador, que también sería en el futuro, un gran maestro, me refiero a Rubén Meriggi, por entonces, un adolescente que concurría a mi casa, con sus sueños, su enorme talento y sus ganas de trabajar.
Tambien con Sergio Mulko dimos vida a
Dyinn y
La Sombra del Tigre, una historia de samurais.
Me tocó heredar
Wolf y
Troels, (ambos creados por Robin Wood) a los pocos episodios de haberles dado vida. A estos dos personajes los ilustraba, quien sería un verdadero "monstruo" de la historieta argentina, me refiero a mi amigo, el malogrado y querido "turco" Jorge Zaffino. A Wolf, luego lo continuaría Rubén Meriggi, en tanto que Troels conocería en sus tramos finales, el incipiente pincel del luego gran maestro Sergio Ibáñez (por entonces, ayudante de Jorge Zaffino).
De Robin Wood me tocó redactar varios episodios del gran Nippur de Lagash y también hacerme cargo, por mucho tiempo de El Cosaco, que por entonces ilustraba Carlos Casalla y luego continuó Rubén Furlino.
Con el gran maestro Lucho Olivera (Luis Ricardo Olivera), dimos vida a
El Hitita (creado como contrafigura, pues no era desconocido para los lectores, que los hititas fueron siempre los grandes enemigos de Nippur). Otras series de guerreros realizadas con Lucho, fueron
El Sobreviviente,
En tiempos de Salomón y
Hércules, donde trasladamos en el lenguaje a cuadritos de la historieta, las hazañas del mitológico semidiós griego, relatando, incluso, hasta su muerte.
Cierro esta nota, recordando que también realicé la adaptación de la película
Conan, el bárbaro, para la revista D´Artagnan, en seis episodios. La ilustró otro gran profesional uruguayo, Eduardo Barreto en su primera colaboración para la Editorial Columba. Muchos guerreros, mucha aventura recorrida, la que sin duda, los fieles lectores de Editorial Columba, atesoran entre sus mejores recuerdos.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home