Otra crítica a Meteoro
De la misma forma que tenemos categorías en el blog que corresponden a los estrenos (o sea cine actual) y también a los clásicos (donde dentro de 30 años acabarán todas las películas del cine actual), creo que habría que ir poniendo una denominada algo asó como "cine del futuro". 'Speed Racer' entraría de lleno en esa categoría, simple y llanamente por adelantarse a su tiempo de una forma totalmente desvergonzada y libre de prejuicios. El espectador por supuesto tiene que hacer una esfuerzo algo más que sobrehumano para entrar en el juego, en el cual se juegan con las reglas del mundo de los hermanos Wachowski.
Unos hermanos que cuando se dieron a conocer con 'Lazos Ardientes', un estimulante thriller cargado de sensualidad (¿quién es capaz de ver las escenitas de Jennifer Tilly y Gina Gershon sin "alterarse"?), ya auguraban que las cosas cambiarían en el séptimo arte. Con 'Matrix' fue la confirmación más absoluta. Esa magnífica cinta fue una de las más influyentes en mucho del cine que se hizo posteriormente, y aunque el cierre de la saga fue realmente penoso, quedó abierto un camino por el que experimentar, algo que sólo parecen haber hecho ellos. Con 'Speed Racer' han dado un paso más.
'Speed Racer' cuenta una historia sencilla, que no simple. Una de esas conocidas historias más viejas que Matusalén, sobre la superación personal, el perseguir los sueños, y el poder de la familia unida para vencer a empresarios corruptos envenenados por el dinero. Todo ello se cuenta en las aventuras de Speed Racer, un joven piloto de carreras, cuyo máximo sueño es participar en la carrera más importante del mundo, para así poder demostrar lo bueno que es. Con él, su familia, compuesta por un padre experto en coches, una madre muy comprensiva, un hermano gilipollas y un chimpancé insoportable, más un fiel mecánico y el recuerdo de un hermano fallecido hace años, y que había sido una leyenda de las carreras. Contra él, simple y llanamente el sistema.
Los Wachowski no son tontos, más bien todo lo contrario. Consiguen mezclar clasicismo y modernidad (o más bien futurismo) en una película apta para todas las edades y todo tipo de públicos, aunque lo más lógico es que sea rechazada. Se le pueden achacar algunas cosas. Por ejemplo, esa parafernalia visual, que aun formando parte del personal mundo de los dos hermanos, termina por marear un poco, aunque es brillante el hecho de que sea algo totalmente opuesto a su famosa trilogía. En aquélla todo era oscuridad con colores apagados, aquí todo es luz con colores vivos, chillones, quizá como grito de rebeldía de sus propios creadores al resto de productos salidos de Holywood. Porque aunque, ésta sea la adaptación de la famosa serie que aquí conocimos como 'Meteoro', no hay duda alguna de que los Wachowski han hecho suyo un mundo que ahora les pertenece por derecho propio. También habría que darles una colleja por insertar a dos personajes bastante molestos, cuya participación en el film es la de simplemente resultar graciosos, sin conseguirlo. Me refiero, claro está, al hermano del protagonista y el chimpancé que le acompaña, que viéndole no me queda ni la más mínima duda de que el hombre proviene del mono. Por cierto, ¿cuánto tiempo hacía que no veíamos en una película a un chimpancé como contrapunto cómico? Pensad, pensad, que a lo mejor tenéis que retroceder tres décadas. Dichos personajes protagonizan escenas que no viene a cuento (la de las golosinas) y aunque no terminan resultando del todo cargantes, sí son totalmente excluyentes de la historia.
Las carreras mostrada son todas espectaculares, aunque demasiado parecidas entre sí, y también algo confusas. De hecho posiblemente la mejor de todas sea con la que empieza la película, donde además los Wachowski se permiten el lujo de saltarse a la torera los esquemas clásicos de narración, saliendo airosos de tamaña osadía. El inicio del film con el montaje en paralelo de dos acciones similares y separadas en el tiempo, es una de las virguerías narrativas más deslumbrantes que he visto en mucho tiempo. A partir de ahí, tal vez el film caiga un poco en la repetición, éste se olvida del plano-contraplano en las conversaciones, sustituyéndolo por primeros planos de los personajes desfilando como si de una barrido de cámara se tratase. Puede que los directores abusen de esto bastante, y entre tanta pirueta algunas cosas terminen por pasar desapercibidas. Además, la historia es tan sencillamente sencilla, valga la redundancia, que el film parece ahogarse en su propia forma, aunque sólo en determinados momentos.
Los actores, a pesar de estar embutidos en todo este mundo, está mejor de lo que cabría esperar. Emile Hirsch hace muy creíble su personaje, al igual que Susan Sarandon y John Goodman, que aportan la nota veterana al conjunto, Christina Ricci parece salida literalmente de un anime, y cada día impresiona más como mujer. Mattew Fox hace un personaje algo previsible, pero cumple. Y Roger Allam hace uno de esos villanos a la antigua usanza, odiosos hasta decir basta, tal vez un poco histriónico, pero eso también forma parte del juego. Al niño y al mono ni los cito.
Irregular, excesiva, a ratos simplona, pero lo que no se le puede negar es que es un entretenimiento de primera, capaz de hurgar en nuestras emocionas más primitivas para hacernos gritar de pura rabia en cada nueva carrera a la que nuestro joven protagonista se somete. Los Wachowski han ido a contracorriente, desde el mismísimo germen del cine-espectáculo para ofrecernos lo que el séptimo arte nos ofrece desde el inicio de los tiempos. No es una gran película, pero su valentía la coloca por encima de lo esperado. Un delirio de más de dos horas que se pasan en un suspiro.
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