Entrevista a Quino de Clarin en la revista Viva
Eugenio Maestri
emaestri@viva.clarin.com.ar
Abre la puerta de su departamento de Barrio Norte él mismo. Invita a pasar y avisa que el fotógrafo ya llegó, que hace media hora que le está sacando fotos, cosa que parece no gustarle demasiado. Quino está de buen humor. De elegante camisa multicolor y con una lapicera en el bolsillo –gajes del oficio –, se lo ve relajado y con ganas de hablar. Algo no tan frecuente en una persona que ha hecho de la timidez y la parquedad un estilo de vida. Aprovechemos, entonces.
Quino, lo primero que quería preguntarle es el por qué de su decisión de tomarse este año sabático, en el que los lectores de 'Viva' se van a encontrar con dibujos que usted seleccionó entre los que realizó a lo largo de toda su carrera y no con inéditos. ¿Por qué?
Porque luego de 52 años años de publicar, me parece que ya me tengo que tomar un descansito, sobre todo para tratar de ver si encuentro un nuevo enfoque a mi trabajo porque noto como que mi dibujo está antiguo; he tenido épocas en las que he dibujado mejor que ahora y en este momento no estoy en condiciones de competir conmigo mismo cuando era mejor. Entonces, cuando es así hay que tomarse un descanso para ver si uno es capaz de volver a crear algo interesante otra vez. Además, la situación mundial hoy tiene una violencia irracional. No sé si han visto las fotos que han aparecido ahora sobre los chicos que siguen naciendo en Vietnam, ¡sin ojos! Una cosa espantosa... Y uno se pregunta por los que van a nacer después de estas guerras. Hay que tomarse un respiro para tratar de comprender por qué se ha transformado todo en este horror que estamos viviendo ahora.
Es cierto, pero a lo largo de su carrera, con sus más y sus menos el mundo ha vivido en constante conflicto.
Sí, claro. Sólo hubo un momento tranquilo, el inmediatamente posterior a la Segunda Guerra; cuando se acaba una guerra uno siempre se ilusiona y parece que va a ser la última, pero por lo menos había dos sistemas: aunque ninguno te gustara, había más equilibrio. Ahora no hay opción. Uno ha tenido ilusiones –equivocadas, pero las ha tenido– de que había unos más buenos que otros. Y ahora son todos malos. ¡Es horrible! Es la primera vez que a mí, como espectador de la realidad, me sucede.
¿Qué piensa hacer en este año? ¿Tiene algún plan, algo previsto?
No, no tengo nada previsto. Quiero ver qué me pasa tomándome un descanso, porque no sé qué me va a pasar. Supongo que no voy a dejar de dibujar. Porque uno siempre está muy comprimido con la fecha de entrega. Esa presión a uno lo ayuda a crear, también, pero si sigo creando, si soy capaz, quisiera hacerlo sin tanta presión. Siempre he tenido la idea de hacer un libro con trabajos inéditos –todos mis libros son recopilaciones de trabajos publicados–, pero siempre están por dibujarse. Bueno, a ver si ha llegado el momento de empezar a dibujar esos.
Joaquín Lavado, Quino para todo el mundo, nació en Mendoza en julio de 1932. De chico no la pasó nada fácil: su madre murió cuando él tenía diez y su padre tres años después. Quino se fue a vivir con su tío Joaquín. Estudió Bellas Artes en Mendoza y en 1954 se vino a Buenos Aires, donde publicó en la revista Esto es su primer dibujo. De ahí en adelante no paró: trabajó en Vea y lea, Leoplán, Usted, Che, Primera plana, Panorama, Siete días. Después llegó Mafalda y la popularidad que todos conocemos. En 1980 comenzó a publicar en Clarín. Desde hace años, Quino y su esposa, Alicia Colombo, viven la mitad del año en Europa –entre Milán, París y Madrid–, y la otra en Buenos Aires. Ahora soporta el crudo invierno milanés, pero tiene previsto regresar a Buenos Aires para la Feria del Libro, en abril. Se fueron por primera vez en 1976, cuando comenzaba la dictadura de Videla y compañía. "Después, de a poco yo fui volviendo. Y en el 83, con el regreso de la democracia, ya nos quedamos más tiempo, pero como hay que controlar las ediciones europeas siempre hay que estar dando vueltas por ahí. Y me la paso asistiendo a ferias: ahora en febrero voy a ir a la Feria del Libro de La Habana; también a una de animación, en Bologna, Italia. Uno siempre tiene que poner la carita. Además, por una cuestión de mantener vigente a la Argentina, uno
se siente un poquito un embajador cultural."
Sus temas, o los temas que semana a semana trabaja en sus páginas, son universales: la muerte, la religión, el autoritarismo... ¿Qué otras cosas lo movilizan?
Son los problemas que no cambian en la historia de la humanidad: el amor, el miedo a la muerte, la vejez, la corrupción, el autoritarismo, la destrucción del medio ambiente. Todo eso viene de largo. No llegamos a la contaminación de los ríos y los mares y a la desaparición de especies porque sí. Es un proceso largo. Que hoy, en 2007, después de 43 años, Mafalda aún tenga
vigencia habla de que el mundo no evolucionó. Los valores se han trastrocado completamente. Antes había más pudor. Hoy a nadie le importa nada, que se sepa que es un corrupto o que ha mentido y desatado una guerra espantosa diciendo mentiras.
Ya que hablamos de Mafalda, su personaje más famoso y al que dibujó durante diez años, ¿le costó dejar de hacerla?
Sí, me llevó bastante tiempo tomar la decisión, me costó. Pero el maestro Oski, de quien era muy amigo, decía que cuando en una historieta uno tapa el último cuadrito con la mano y ya sabe más o menos cómo va a terminar, el dibujante tiene que dejar de hacerlo. Y noté que me estaba pasando eso.
¿Qué le resulta más fácil de hacer, una historieta o una página?
Hacer una historieta, por un lado, tiene el inconveniente de que hay que repetir los mismos personajes, el mismo tamaño y limitarse a eso, pero por otra parte es cómodo porque uno ya tiene el casting hecho. La gente ya los conoce, sabe cómo son. En cambio un personaje, para cambiarlo cada semana en una página hay que empezar a pensar qué va a decir, cómo va a actuar,
cuántos años tiene, cómo tiene que estar vestido, en qué ámbito se mueve. Hay que crearlo todo cada semana. Entonces, es mucho más complicado. Lo curioso de Mafalda es que yo la hacía siempre para adultos y pocos chicos la leían y la conocían, pero después la hicieron propia.
A sus dibujos, ¿cómo los definiría? Porque no son los tradicionales, los que se asocian con el humor...
A veces las páginas no tienen demasiado humor, son más satíricas y artísticas. Durante un tiempo traté de ver dónde estaban las fronteras de la sátira y el humor, pero después me di cuenta de que no tenía sentido. Pero me parece válido, ya sea sátira, sea humor, sea sarcasmo, sea filosofía, utilizar todos estos recursos para decir lo que uno en ese momento siente necesidad de decir.
Y a veces sin palabras...
Muchas veces sin palabras. Sería ideal hacerlo siempre así, pero lamentablemente no se puede.
A la hora de reconocer maestros o personas que lo influenciaron en su carrera y por qué no en su vida, Quino no titubea en mencionar a Lino Palacios y a Divito: "él fue el que más me marcó, y luego un padre que tuvimos todos los de nuestra generación que se llamó Saúl Steimberg, un rumano que luego se fue a vivir a los Estados Unidos que revolucionó mucho el campo del dibujo. Uno se va influenciando. Nadie sale de la nada. A mí es fácil seguirme la trayectoria. Soy una continuación de otros, no revolucioné nada", dice, con modestia.
¿Le parece que no revolucionó nada?
No, no, porque a Mafalda, por ejemplo, me la encargaron y me pidieron que fuera parecida a Peanuts. Y yo compré los libros y me fijé en qué había innovado Charles Schultz y hasta ese momento las historietas, los personajes tenían una sola característica, o a lo sumo dos. En cambio, este tipo puso que estos chicos eran buenos, malos, se enojaban, eran capaces de odiarcosa muy rara–, de amar. Y cambió la gráfica de los textos, cuando gritaban ponía letras muy grandes. Bueno, todo esto yo lo seguí...
Así como usted reconoce a sus maestros, ¿cree que entre los humoristas jóvenes tiene algún discípulo?
No, creo... Se podría ver una línea...Tute viene de su padre, Caloi; un poquito son herederos míos los dos. Pero sería una especie de sobrino nieto, el Tute. Miguel Rep, por ejemplo, no. Aunque ellos dicen que sí. No sé. Matías, el personaje de Sendra tiene muchas cosas de la Mafalda; esta cadena es así. Sin Schultz, la Mafalda no hubiera sido lo que es.
Quino es un amante del cine. Cada vez que envía una página o aparece por la Redacción, uno de los temas más frecuentes de charla es el cine. Con Alicia, su mujer, siempre tienen alguna película para recomendar.
¿Por qué le interesa tanto el cine? ¿Qué encuentra ahí?
Es lo mismo que hacemos nosotros, sólo que a otra velocidad. No por nada Federico Fellini dibujaba previamente gran parte de sus películas. Y Sergei Eisenstein también; él primero las dibujaba como si fuera una historieta, lo que se llama storyboard. Esto viene de la pintura religiosa, del 1300: cuando se hacía un santo y luego escenas de la vida del santo, abajo el pintor hacía una historietita. El cine es eso a 24 fotogramas por segundo. Cuando yo empiezo a plantearme una historieta en una página, cuando dibujo pongo mucho del cine.
¿Y qué directores son sus preferidos?
Son tantos ya... porque empecé a ir al cine a los ocho años. Iba a ver tres películas en una tarde y no sabía que estaba viendo películas de John Ford, de Huston, de Chaplin. Luego me tocó la oleada de directores europeos que migraron a EE.UU. a hacer cine. Con el cineclub Núcleo uno conocía mucho del cine de Europa del Este. También me gusta el nuevo cine oriental, el director mexicano Arturo Ripstein, el iraní Abbas Kiarostami, Pedro Almodóvar, Ingmar Bergman, Ettore Scola; los argentinos Pablo Trapero, Lucrecia Martel, Carlos Sorín... Tantos...
Con la música, ¿qué relación tiene? ¿Le sirve de inspiración a la hora de trabajar?
Con Alicia vamos mucho a conciertos y óperas. En realidad me gusta todo lo que esté bien tocado. Hay días en los que uno tiene ganas de escuchar folclore, otro día Beethoven y otro día tangos. En el pequeño y luminoso estudio de su departamento sobresalen la mesa de dibujo, una modesta biblioteca con enciclopedias que Quino considera fundamentales a la hora de trabajar con rigor histórico, un pesadísimo premio/escultura que le entregaron en la Feria de Guadalajara –"me lo enviaron por correo por el peso. Cuando llegó, me quería cobrar los gastos de envío"–, y una serie de fotografías en las que posa con el dibujante Oscar Grillo, con el pintor mendocino Carlos Alonso y con su tío Joaquín: "Mirá qué original soy para posar". También se pueden ver alguna acuarela de juventud, otra hecha por su tío y un retrato que le hizo Alonso, en el 74. Alguna serie de reconocimientos y premios y no mucho más. Un estudio austero se podría decir, o el de una persona a la que no le gusta figurar ni hacer ostentación.
El vivir prácticamente seis meses en el país y seis meses en Europa, lo termina convirtiendo en una especie de trotamundos, en un ciudadano de ninguna parte. ¿Qué se gana y qué se pierde?
No es fácil. Uno llega a un país, empieza a leer los diarios, a aprender nombres de políticos. Y uno llega acá: cambiaron los políticos, algunos no tanto, cambiaron los actores de tevé. Uno siempre está un poco despaisado como se dice en italiano. Es el precio que uno paga por andar de un lado para el otro. La gente también, los amigos que uno se hace por allá, también;
como saben que uno siempre se está yendo, tampoco se hacen amistades muy profundas. A lo largo de tantos años ya sí, pero no es fácil. Como no es fácil con la biblioteca. Hay páginas que si no estoy acá no las puedo dibujar porque necesito de las enciclopedias para saber el dato que me hace falta; si no, no puedo.
¿Qué tiempo le puede llevar resolver una página?
Resolverlas en poco tiempo es para mí muy raro. Inclusive algunas me llevan años resolverlas. Tengo una carpeta con ideas que voy juntando... Entonces cuando tengo que ponerme a trabajar cada tanto las miro. Algunas las he dibujado a lo largo de seis o siete años de haber tener la idea. Pero también sucede que a uno se le ocurre resolverlas en una sola imagen y después se da cuenta de que definiría mejor la idea en tres cuadros, o viceversa. El cine te enseña mucho de todo esto. Por eso cuando veo una película siempre estoy muy atento a la iluminación, el montaje, la música.
¿Tiene una rutina de trabajo armada cada día?
No tengo una rutina. Tengo un bloc en la mesa de luz por si se me ocurre alguna idea de noche. Muchas surgen de noche; asoma la punta de la idea, en realidad. No es que uno se esté afeitando y se le ocurre toda una página. Anoche soñé que miraba páginas y decía 'Pero cómo las han publicado si no se entiende nada'. Esto de ser comprendido se transforma en una obsesión.
¿Sigue siendo muy autocrítico de su trabajo?
Creo que hay que serlo. Por eso me doy cuenta de que no me gustan mis dibujos ni mi temática. Bah, no terminan de gustarme. La honestidad que tuve en dejar de hacer Mafalda porque no me sentía cómodo y tapando el último cuadrito se veía venir el final, me parece que con esto también tengo que ser honesto con los lectores y conmigo mismo.
Para finalizar, Quino, ¿se podría definir de alguna manera?
No tengo mucha idea. Es muy difícil definirse. Sí soy un obsesivo del trabajo. Un hombre que ha vivido una vida bastante limitada. He dejado de lado cosas que podrían haberme hecho más alegre la vida. A mí y a mi mujer también. Uno vive muy supeditado a las entregas, y no conoce vacaciones.
Ahora tendrá un año de descanso. Que lo disfrute, maestro.
http://www.clarin.com/diario/2007/01/07/sociedad/s-01340327.htm
1 Comments:
HOLA, SOMO ESTUDIANTES DEL PROFESORADO DE TEATRO DE ROSARIO Y ESTAMOS REALIZANDO UN TRABAJO CON RESPECTO A QUINO, LEIMOS LA NOTA QUE FUE REALIZADA POR E MAESTRI Y NOS SIRVE MUCHO, PERO NECESITAMOS MAS INFORMACION QUISIERAMOS POR INTERMEDIO SUYO, PODER TENER ALGUN CONTACTO CON EL DE SER ASI ETERNAMENTE AGRADECIDOS
LAURA A MAESTRI, GENOBEBA MONARDES. LAIS ESPEJO, PASTOR, MA JOSE, ARIEL. ESTUDIANTES DEL 2º AÑO DEL PROFESORADO DE TEATRO ESC. PRO. DE TEATRO Y TITERES DE ROSARIO (MORENO ESQ. VIAMONTE ROSARIO STA FE)
MAIL:LAURA_M_225@HOTMAIL.COM
TEL.:0341 4660916
CEL.:0341 156055591
By Anónimo, at 7:50 a. m.
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