Quino dice que no se imagina a Mafalda en el siglo XXI
de la lista mafalda y Quino
En España. El dibujante fue galardonado en Guadalajara, junto a otros argentinos de renombre. Los distingueron con la Hoja de Otoño, por la defensa de los derechos humanos, la música popular y el humor.MADRID.- Una velada dedicada a la Argentina fue el tópico elegido para inaugurar la octava edición de los Encuentros de Otoño en la localidad de Guadalajara, ubicada a 50 km de Madrid. En esa ocasión, la Universidad de Alcalá, la Junta de Castilla La Mancha y la Diputación de Guadalajara entregaron la distinción Hoja de Otoño al dibujante Quino, a Eduardo Mondino, defensor del Pueblo de la Nación, y al Cuarteto Cedrón, célebre por la difusión internacional del tango. Al acto, que tuvo lugar en el teatro Buero Vallejo, asistieron el actor español José Sacristán, el ex futbolista argentino Jorge Valdano y el Defensor del Pueblo de España, Enrique Mugica Herzog, además de autoridades de las instituciones involucradas en la organización de los Encuentros de Otoño y funcionarios de la Embajada Argentina. El homenaje tuvo como propósito central destacar las importantes contribuciones que Quino, Mondino y el Cuarteto Cedrón realizaron respectivamente en el campo del humor, la defensa de los derechos humanos y la música popular. A la hora de los agradecimientos, Quino, en un exceso de humildad, sonrió y pronunció unas pocas palabras. En contraste, Mondino y Juan "Tata" Cedrón fueron más efusivos. El primero afirmó que Argentina atraviesa por un proceso de reconstrucción de su historia nacional y que la distinción es un estímulo para reforzar la lucha por la vigencia de los derechos humanos, especialmente de las personas más vulnerables. Cedrón recordó a las amistades que cultivó en España durante los 30 años que vivió en Europa, a quienes dedicó la Hoja de Otoño. La agrupación que lleva su apellido luego ejecutó un variado repertorio de tangos.
El creador de la tira "Mafalda", considerado uno de los más grandes dibujantes de todas las épocas, es un hombre delgado y huidizo. A diferencia de sus personajes, que se caracterizan por su verborrea e ingenio para la conversación, Quino -que en julio cumplió 75 años- cultiva la palabra justa. El dibujante confiesa que ese rasgo de su personalidad pone de manifiesto cierto cansancio físico y espiritual. "Cuando hacía Mafalda albergaba la ilusión de que el mundo iba a mejorar, cosa que lamentablemente no sucedió. Nada se ha cumplido de todo lo que mi generación soñó", reflexionó ante LA GACETA el mendocino, quien viajó por primera vez a Europa en 1968. "Lo que más me impactó de esa visita fue el Mayo Francés, acontecimiento que viví a pleno", recordó.
¿Podría existir Quino sin el siglo XX? El dibujante responde que no. "El trabajo de uno es fruto de la observación de lo que sucede alrededor. Nunca me he planteado si podría existir una Mafalda del siglo XXI. No es que no me interese lo que pasa ahora, es que cuando yo hacía Mafalda tenía la mitad de los años que tengo ahora y la edad es un condicionamiento", explicó.
Quino, que sufrió necesidades económicas al comienzo de su carrera profesional cree, sin embargo, que la pobreza no es un factor determinante para emprender una carrera artística. Y añadió: "el talento sí que no tiene que ver con la economía. Uno viene equipado con cierta sensibilidad que no depende de la cantidad de recursos de que disponga".
A Quino le parece curioso que su obra se haya difundido por el mundo, inclusive por lugares muy apartados de la Argentina. "Mis trabajos se publican en China, Japón y Corea. Me pregunto cómo en unas culturas tan distintas pueden entender lo que hago", comentó. Con expresión de asombro, agregó que le impresiona el no poder leer lo que escribió ni, desde luego, controlar la traducción. "Pero con respecto de la posibilidad de que exista una comprensión universal de las cosas, entiendo que hay situaciones que pasan en todo el mundo; que pese a nuestras aparentes diferencias, somos bastante parecidos. Creo que, en el fondo, los seres humanos padecemos las mismas problemáticas", subrayó, aunque con tono escéptico. (Irene Benito, especial para LA GACETA)
El creador de la tira "Mafalda", considerado uno de los más grandes dibujantes de todas las épocas, es un hombre delgado y huidizo. A diferencia de sus personajes, que se caracterizan por su verborrea e ingenio para la conversación, Quino -que en julio cumplió 75 años- cultiva la palabra justa. El dibujante confiesa que ese rasgo de su personalidad pone de manifiesto cierto cansancio físico y espiritual. "Cuando hacía Mafalda albergaba la ilusión de que el mundo iba a mejorar, cosa que lamentablemente no sucedió. Nada se ha cumplido de todo lo que mi generación soñó", reflexionó ante LA GACETA el mendocino, quien viajó por primera vez a Europa en 1968. "Lo que más me impactó de esa visita fue el Mayo Francés, acontecimiento que viví a pleno", recordó.
¿Podría existir Quino sin el siglo XX? El dibujante responde que no. "El trabajo de uno es fruto de la observación de lo que sucede alrededor. Nunca me he planteado si podría existir una Mafalda del siglo XXI. No es que no me interese lo que pasa ahora, es que cuando yo hacía Mafalda tenía la mitad de los años que tengo ahora y la edad es un condicionamiento", explicó.
Quino, que sufrió necesidades económicas al comienzo de su carrera profesional cree, sin embargo, que la pobreza no es un factor determinante para emprender una carrera artística. Y añadió: "el talento sí que no tiene que ver con la economía. Uno viene equipado con cierta sensibilidad que no depende de la cantidad de recursos de que disponga".
A Quino le parece curioso que su obra se haya difundido por el mundo, inclusive por lugares muy apartados de la Argentina. "Mis trabajos se publican en China, Japón y Corea. Me pregunto cómo en unas culturas tan distintas pueden entender lo que hago", comentó. Con expresión de asombro, agregó que le impresiona el no poder leer lo que escribió ni, desde luego, controlar la traducción. "Pero con respecto de la posibilidad de que exista una comprensión universal de las cosas, entiendo que hay situaciones que pasan en todo el mundo; que pese a nuestras aparentes diferencias, somos bastante parecidos. Creo que, en el fondo, los seres humanos padecemos las mismas problemáticas", subrayó, aunque con tono escéptico. (Irene Benito, especial para LA GACETA)
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